EL CULTIVO DE LA VID
El cultivo de la vid siempre ha estado vinculado a esta población. Durante la Edad Media, los agricultores de Aspe se especializaron en la producción de uvas pasas. Esta actividad se realizaba en muchas viviendas adecuando espacios donde se guardaban las vasijas que contenían una lejía de cenizas de vid con la que se hervía la uva, para posteriormente secarla al sol durante ocho o diez días sobre esteras de juncos situadas en los patios.
El cultivo de la vid se convirtió a principios del siglo XVII en la principal actividad económica y fuente de ingresos. Durante esta centuria se generalizó en el Reino de Valencia la obtención de un nuevo licor resultante de la destilación del vino, el aguardiente, convirtiéndose en un producto de exportación en Aspe.
Durante los siguientes siglos XVIII-XIX, la viticultura seguía teniendo importancia en la economía aspense, siendo el cultivo que más extensión ocupaba en sus tierras de labor. El siglo XX trajo consigo la crisis del cultivo de la vid de vino provocado por la propagación de la plaga de la filoxera, una fuerte sequía y un descenso de la demanda de nuestros vinos. Esta crisis desencadenó la definitiva sustitución de las variedades de uva de vino por las de uva de mesa embolsada.
En la actualidad, Aspe es uno de los municipios que integra la Denominación de Origen Uva Embolsada del Vinalopó. La vid es, por tanto, un cultivo que ha estado presente siempre en los alrededores de Aspe, y todavía hoy, son numerosos los campos de viñedos los que nos dan la bienvenida cuando nos acercamos a esta localidad. Viñedos que producen la uva que nos acompaña en las campanadas de fin de año, puesto que somos miles las personas que recibimos al nuevo año con doce granos de uva embolsada de esta comarca.
Su popularidad radica en su exquisitez, fruto del resultado de una técnica artesanal y laboriosa, denominada técnica del embolsado. Su resultado es la obtención de un grano perfecto, de coloración uniforme y sabor exquisito, fruto de su lenta maduración.
REPOSTERÍA
La repostería tradicional de Aspe tiene un denominador común con la que se elabora en los pueblos del mediterráneo, y es que sus ingredientes se basan en la trilogía de cereales, vid y olivo. A estos productos habría que añadir, el azúcar y los huevos, y fruto de sus múltiples combinaciones obtendríamos una variada repostería. Destacamos: arrope, almendraos, almojábenas, arrope y calabazate, bizcocho, bolicas de busó, buñuelos, dulce de membrillo, gachas de arrope, huevos montaos, pasteles de gloria, los cuatro iguales, magdalenas, polvorones, rollicos de costra, rollicos de mistela, rollicos de viento, rollos de aceite, rollos de huevo, rollos de vino, rollos de yema, rollos embocaos y sequillos, serenos, sopada, suspiros, toñas y monas, toñicas finas, torrijas, torta boba, turrón de rosas con arrope.